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El mate…una tradición que une

En Noviembre, rendimos homenaje a nuestras tradiciones, a través de uno de los elementos más representativos de la argentinidad y sus costumbres…el mate.

El origen de la yerba mate se pierde en el tiempo y la tradición americana registra la misma leyenda en el norte de Argentina y en los estados sureños del Brasil.

El nombre mate deriva de la palabra quechua mati, palabra que se utilizaba para llamar a la calabaza recipiente, que era más fácil de pronunciar para los españoles que la guaraní caiguá, que cumplía la misma función.

Los indios sorbían la bebida de recipiente por medio de la tacuapí, pequeña cañita usada a modo de bombilla, o bien mascaban sus hojas durante sus largas caminatas.



Según el historiador Ruíz Díaz de Guzmán, fue Hernando de Arias y Saavedra (Hernandarias, en 1592, quien descubrió la yerba mate en las guayacas (especie de monederos), de unos indios que cayeron en su poder.

Muy pronto se difundió esa bebida, de la que los españoles exageraban sus beneficios. Los jesuitas la preparaban en forma de té (mate cosido), porque desconfiaban del mate con bombilla, atribuyéndole connotaciones diabólicas, por lo cual se le aplicaron toda clase de prohibiciones. Hasta se lo denuncio a la Inquisición de Lima en 1610 como “sugestión clara del demonio”.

Pero los jesuitas fueron los primeros en dedicarse al cultivo de la yerba mate de nombre científico Ilex Paraguariensis o Ilex Theazans.

Leyendas sobre su origen


La leyenda más popular cuenta lo siguiente: las tribus guaraníes trabajaron la tierra y se convirtieron en excelentes artesanos esperando ansiosamente la venida del Dios Pa’i Shume, alto, de piel clara, ojos azules y barba, que según la leyenda descendió de los cielos. Les trajo conocimiento religioso y les enseñó ciertas prácticas de agricultura que les serían beneficiosas. Según esta leyenda descubrió los secretos de la medicina y la salud y reveló las cualidades de las plantas nativas, entre ellos el de cultivar y preparar las hojas del árbol de la yerba mate. La intención de la bebida del mate era de asegurar la salud, vitalidad y longevidad.

Pasó así: la tribu despejaba una parte de la selva, plantaba mandioca y maíz, pero después de cuatro o cinco años el suelo se gastaba y la tribu tenía que mudarse a otro lugar. Cansado de tanta mudanza, un indio viejo se negó a irse y prefirió quedarse donde estaba. La menor de sus hijas, la hermosa Jary, tenía el corazón partido: O seguía con los jóvenes de la tribu, o se quedaba aislada, ayudando al viejo hasta que la muerte lo llevara a la paz de Ivy-Marae’s. A pesar de los ruegos de sus amigos, terminó por quedarse con su padre. Este gesto de amor merecía un premio.

Un día, un shaman desconocido llegó al rancho y le preguntó a Jary qué la haría feliz.

La muchacha no pidió nada. Pero el viejo pidió:

“Quiero nuevas fuerzas para seguir y llevar a Jary a la tribu que se alejó”.

El shaman le dio una planta verde, perfumada de bondad, y le dijo que la plantara, que cosechara sus hojas, las secara al fuego, las machacara, pusiera los trozos en una calabacita, le echara agua fría o caliente, y chupara la infusión.



“En esta nueva bebida, encontrará una compañera saludable, aún en las horas tristes de la soledad más cruel.”

Dijo esto y se fue.

Así nació y creció el “caá-mini”, del cual salió la bebida caá-y que los blancos adoptaran más tarde con el nombre de Chimarrao en Brasil, y Yerba Mate en Argentina, Uruguay y Paraguay.

Con beber la sabia verde, el viejo se recuperó, cobró nuevas fuerzas y fue capaz de proseguir el largo camino hasta encontrarse con su gente.

Fueron recibidos con gran regocijo.

Y toda la tribu adoptó el hábito de tomar la yerba verde, amarga y dulce, que da fuerzas y coraje, y que reconforta las amistades en las horas tristes de mayor soledad.

El mate se convirtió en el componente más común de las curas caseras de los guaraníes, y sigue siéndolo hoy en día.

El mate es salud.

La práctica actual en la Argentina y el Paraguay modernos, el mate se hace sumergiendo las hojas en agua caliente.

En realidad, una gran cantidad de hojas machacadas se remojan primero en agua fría, y luego se les agrega agua caliente, una y otra vez, hasta que se haya extraído todo lo bueno.

Cada vez que se le echa agua caliente, el té es ingerido a través de un pitillo especial de madera o metal, llamado bombilla, que no deja pasar las hojas.

También se toma frío ( el tereré ).

Estudios realizados en Estados Unidos indican que la yerba mate es rica en polifenoles, antioxidantes con gran poder para el sistema inmunológico, la defensa del organismo, protegiéndolo de la destrucción celular por los radicales libres. La infusión de yerba mate se reveló como un antioxidante más potente que el ácido ascórbico (vitamina C), con propiedades similares al vino tinto en su rol de fuerte antioxidante y de inhibidor en la oxidación de lipoproteínas de baja densidad.

Contiene un estimulante llamado mateína que mejora la actividad mental, aumenta la energía, mejora la concentración, es ansiolítico a la vez que estimulante, aumenta la resistencia al cansancio mental y físico, es antidepresivo, etc.

Posee 15 diferentes aminoácidos, vitaminas B1, B2 (riboflavina), C, A, caroteno, y minerales como potasio, magnesio y manganeso que evitan el ácido láctico en los músculos, siendo un energizante natural indicado para deportistas.

Más allá de sus beneficios nutricionales, el mate es el ícono nacional por excelencia, junto con el asado, el tango, la empanada y el gaucho. Se lo reconoce como un rasgo que compone nuestra identidad, nuestra “argentinidad”. Es el símbolo vivo de nuestra tradición y expresión paradigmática de nuestras costumbres

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